24mar 11
La OTAN, cuya existencia condeno y de la que quiero que Francia salga, no tiene nada que hacer en Libia. La resolución 1973 de la ONU sobre Libia debe ser aplicada fielmente. Su propósito esta claramente delimitado. Se trata de establecer una zona de exclusión aérea, efectiva en la actualidad, para proteger a la población civil de Libia.
La resolución 1973 no tiene más objetivo y excluye claramente cualquier otra intervención militar. El Consejo de Seguridad de la ONU dispone de un órgano militar encargado de poner en marcha sus decisiones: el Estado Mayor que establece el artículo 47 de la Carta de la ONU. Debería ser el único que pueda pilotear las operaciones. El respeto del perímetro exacto de esta resolución es la condición de su perennidad. De no ser así, en pocas horas, la intervención cambiara de significación, y el acuerdo internacional que permitió que no se le opusiera ningún veto en el Consejo de Seguridad será cuestionado. Por lo que a mi respecta, como muchos de los que aprobamos la instauración de una zona de exclusión aérea, hoy como ayer no apoyaré ninguna guerra de la OTAN.
Por lo tanto, cabe constatar el error que fue el regreso de Francia al mando integrado de la OTAN y el nombramiento de oficiales franceses en la cadena de mando que dirigen los norteamericanos. La presión por imponer la presencia de la OTAN en la acción en Libia no corresponde a ninguna necesidad en lo que respecta a Francia. Sólo evidencia el servilismo de los que a ella se someten, su pérdida de toda independencia. Recuerda el carácter imperial de esa alianza belicista que dirigen los Estados Unidos. La salida de la OTAN y la retirada de la aventura desvergonzada a Afganistán figuran en el mismo proyecto que la firme voluntad de impedir que esta organización tome el mando de una intervención militar de la que sólo esperamos que proteja la revolución popular en Libia.